Este país merece que reivindiquemos nuestra democracia

Empiezo confesando el amor que siento por Costa Rica, un país que me brindó educación, salud, hogar, facilidades, paisajes hermosos, un clima fabuloso y la posibilidad de conocer gente cálida, trabajadora y talentosa. Nuestra sociedad fue construida en el marco de una República Democrática y respetuosa que finalmente triunfa sobre la mediocridad, la violencia y los extremos ideológicos usando el diálogo como herramienta.

Tengo la convicción de que ese amor que siento por mi país no es una carta en blanco, aprendí a reconocer el aporte de luchadores que construyeron este país entre balas, mesas de diálogo y mucho trabajo. Esto me invitó a analizar mi participación como ciudadano activo y a involucrarme en las filas de movimientos sociales y políticos a mis 23 años. Sé que esa esperanza no está sola, porque la sentí, la disfruté y la viví con mucha gente de diversas generaciones.

Esta primera ronda electoral, activó creencias y sentimientos que sobrepasaron la línea de respeto que nos permite debatir con seriedad y responsabilidad el futuro de nuestro país. Tal como lo resaltó la OEA y lo pregonaron medios de comunicación nacionales e internacionales, la campaña fue teñida de diferencias interpersonales que expusieron nuestras peores cualidades como ciudadanía, al calor de una celebración cívica.

En varias ocasiones, durante y después de esta campaña, intenté priorizar las diferencias de fondo en torno a los problemas nacionales y la oferta de planteamientos programáticos por parte de los partidos políticos y sus candidatos a la Presidencia y Asamblea Legislativa, permaneciendo al margen de emitir juicios de valor hacia un público motivado por representantes que acuñaron el repudio hacia preferencias sexuales y de convivencia familiar distintas.

Ante esta coyuntura, admito que me dormí, pensé que mi país ya no era el de antes, que el relevo generacional hacia una Costa Rica más próspera había tomado las riendas del progreso. Creí que tras alcanzar logros significativos, entre triunfos y pérdidas, estaba empezando a vivir en un pueblo que representaba los principios y la visión que me conquistó hace una década.

Me equivoqué. Seria y responsablemente, me atrevo a teclear caracteres para señalar responsables y realidades de mi país que no me gustan, que nos las quiero y que siento que este país no las merece, con el propósito de abrir aún más el debate y discusión necesario alrededor de lo que está ocurriendo con nuestra democracia.

Da vergüenza cuando un conciudadano que invirtió años educándose profesionalmente o defendiendo los intereses de sectores nacionales para servir a nuestro país, sienta humillación cuando un sector costarricense prefirió que una persona sin la capacidad para hacerlo, ocupe una de las 57 curules de nuestro Primer Poder de la República, aquel que crea, reforma y deroga las leyes que nos rigen, así como fiscaliza el buen ejercicio de nuestros gobernantes.

Sí, es cruel y desesperanzador, el mero hecho de atreverse a intentar llamar Padre de la Patria a quien desconoce la diferencia entre el gobierno central y el gobierno local, a quien no comprende del todo los alcances del régimen de zonas francas, a quien pretende legislar para combatir preferencias sexuales y no para el bienestar del país, que considere que la corrupción no necesita combatirse y que su primera prioridad es condenar nuestra convivencia.

El principal problema de consenso para los analistas del escenario político de nuestro país, es la crisis fiscal. Esta preocupación requiere la más inmediata atención por parte del Congreso, conformado por 57 diputados que deberán analizar y aprobar las reformas necesarias que protejan la estabilidad económica de la nación. Un diputado electo simplemente no puede argumentar que no sabe del tema y que en su defecto apele a impuestos municipales.

Corresponde a nuestra generación reconocer que la democracia no funciona sin educación, que si como ciudadanos no fiscalizamos, incentivamos ni participamos activamente en los asuntos políticos, estamos dejando en mentes nefastas la estructura y el timón que sostiene y guía la patria de todos los costarricenses. Costa Rica nos necesita informados y actuando como protagonistas de nuestro futuro, como soldados de nuestra democracia.

Algunas referencias:

Nota: Me encuentro obligado a mantener actualizadas las referencias en este post

 

 

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